Hace ya algún tiempo que escribí mi primer ensayo sobre los diferentes caminos de felicidad a los que toda persona puede acceder a lo largo de su vida. Cuando hago referencia a los caminos de felicidad, quiero decir que la vida en sí puede ser felicidad si así lo queremos.
Es posible que pasemos demasiado tiempo en la vida haciéndonos preguntas que no llevan a ninguna parte. Preguntas sin respuesta y que solamente nos distraen de nuestro verdadero fin que no es otro que la felicidad en la vida.
Contamos con la posibilidad de admirar la belleza de la vida, a veces de forma tan fugaz que nos pilla incluso por sorpresa. Esta sorpresa de la que te hablo contiene el regalo maravilloso que nos brinda la vida diariamente para contar con una actitud positiva, afrontando los diferentes retos con ilusión, energía, alegría y felicidad.
Los caminos de felicidad no quiere decir que encontremos esa persona especial, diferente, única que nos haga brillar, vibrar, compartir el amor no necesariamente tiene porque ser esto.
En cambio, si tiene que ver con ese estar en las nubes del que en ocasiones te he hablado, con mirar al cielo e intentar tocarlo con los dedos porque en mayor o menor medida todos somos únicos e irrepetibles.
Pero debemos fijarnos, admirar la belleza de lo que nos rodea, de todo ese algo que está a nuestro alcance, al alcance de nuestros dedos aunque no lo reconozcamos.
¿Te has preguntado alguna vez cuantas veces la belleza de las cosas está ahí a nuestro alcance y no somos verdaderamente conscientes de ello?
No dejes para mañana todo aquello que puedas hacer hoy, los caminos de felicidad comienza y terminan en uno mismo. No necesitas estar enamorado para brillar por luz propia, el momento de cada persona comienza en el preciso instante en que se da cuenta de su valía.